Ganadora del Global Teacher: La historia de vocación de Francisca Elgueta por los niños en situación de vulnerabilidad

Por CNN Chile

13.04.2025 / 22:00

En CNN Íntimo, la ganadora del Global Teacher Prize Chile 2022 conversó sobre sus inicios en la docencia, sus motivaciones y los retos que enfrenta. “No hay ningún niño, niña o joven que no sea merecedor de una buena educación”, reflexiona.


“Es la herramienta más importante para transformar el mundo”. De esta forma define la educación la profesora Francisca Elgueta, conocida, entre otras grandes cosas, por ganar el Global Teacher Prize.

En las aulas donde otros ven solo desafíos, ella encontró su vocación. Profesora de Historia de formación, decidió dedicar su carrera a transformar la vida de estudiantes históricamente marginados por el sistema.

Su compromiso con la reinserción escolar y la inclusión la llevó a ganar el prestigioso Global Teacher Prize Chile en el año 2022, destacándose entre más de 2.500 postulantes a lo largo de todo el país.

Transformar el mundo

Su camino en la enseñanza comenzó en el Liceo Bicentenario Italia. Allí rompió con el molde de la educación basada en pruebas de alternativas y apostó por metodologías que invitaran a reflexionar y entender.


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El impacto fue tan evidente que pronto fue convocada por la red de colegios de la Sociedad de Instrucción, donde trabajó durante cinco años con estudiantes en contextos de alta vulnerabilidad.

Aunque luego asumió roles como asesora y formadora de docentes, su corazón seguía en la sala de clases. Por eso decidió volver, esta vez con la Fundación Súmate del Hogar de Cristo, dedicada a acompañar a niños, niñas y jóvenes en su regreso a la escuela tras haberla abandonado.

Hoy, lidera la Fundación Escuela Global. “Lo que más me apasiona de la educación es que estoy convencida de que es la herramienta más importante para transformar el mundo, pero no desde lo que uno o yo misma sueño, sino que es brindarle las herramientas a mis estudiantes para que transformen el mundo en lo que ellos sueñan”, relata a CNN Íntimo.

“Sueño con un mundo más justo, un mundo más humano, sueño con un mundo en el cual todos los niños, niñas y jóvenes tengan acceso a oportunidades que les permitan cumplir el sueño que ellos quieran y que no esté limitado por dónde vienen, por las escuelas en donde estuvieron, por el lugar donde nacieron, qué era su familia, etcétera”, agrega.

Vocación inesperada

Francisca confiesa que no esperaba terminar en el mundo de la enseñanza. “La verdad es que nunca pensé que iba a ser profesora (…). Crecí creyendo que ser profesor no era la mejor profesión, de hecho nunca nadie me inculcó que fuera profesora para nada y en mis últimos años de colegio me decidí por historia y de hecho siempre pensé que me iba a dedicar como a la academia o tal vez no tenía tanta claridad de qué haría”.

“Recuerdo a profesores, recuerdo a mis papás también diciéndome como ‘historia, pero por qué no eliges (otra), te da para ingeniería comercial o te da para derecho, por qué no otra carrera’, pero la verdad es que me había gustado mucho historia en el colegio y creo que también había un poquito como de rebeldía en eso y me decidí por historia y ahí fue durante la universidad que hubo como dos experiencias que me marcaron”, relata.


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La primera experiencia fue cuando le tocó hacer ayudantías. “Que se te acercaran estudiantes y te dijeran ‘acabo de entender el libro que no había entendido nunca’, como que hay una magia. Cualquier persona que ha sido profe o ha tenido la oportunidad de enseñar te podría compartir esa magia. Luego hubo otra instancia que fue cuando una amiga empezó a liderar una escuela para adultos a través de la pastoral de la universidad y me llamó”.

Siempre había existido como un bichito en mí de acompañar causas sociales, como que siempre las había tenido en el colegio, pero nunca tanto involucrado y empezamos a hacer clases en La Chimba a adultos que no habían terminado su educación y yo diría que tal vez ese fue el momento en donde tuve ese como cachetazo de realidad (…), tanto por el tener que ir semanalmente a un espacio del cual yo no venía como por comprometerte y comprender las lógicas del espacio”, añade la docente.

El conocer de primera fuente las complejas historias de estas personas provocó que dentro de ella brotara “como este sentido entre de justicia social, entre de darme cuenta lo privilegiada que había sido yo, de que el cuento de la desigualdad y de todo lo que una vez se escuchaba en las noticias o a veces en clases qué distinto era ponerle nombre y cara y ahí fue cuando decidí que iba a estudiar pedagogía y que me iba a dedicar a la educación en contextos de alta vulnerabilidad”.

—Toda tu educación básica y media fue en el Santiago College, por lo que tu realidad era absolutamente distinta, ¿cómo ese contraste te movió?
—Uno tiene la sensación de conocer la realidad, pero uno no conoce nada. Vivimos además en una ciudad y en una sociedad totalmente segregada y uno no se da cuenta. Yo he trabajado ya en distintas comunas, me he movido harto y ahí te das cuenta de ‘oye, la mayoría de la ciudad no se parece en lo absoluto a donde vives tú’ y tú creías que esta era la realidad. Puede sonar un poco ingenuo, pero la verdad es que yo de niña, sí, tal vez asumía un poco que era así, ya que no iba a otros espacios.

—¿Cómo es la realidad de la escuela?
—Inicialmente, lo que yo creía que debía hacer yo era como vengo a enseñar el renacimiento, las guerras mundiales o la historia de Chile, que sé yo, como profe de historia, pero la pega de profesor es mucho más compleja y mucho más multifactorial de lo que uno piensa. Pienso que si la pega de profesor la tuviera que hacer alguien de otra profesión, tendrían a 20 personas haciendo lo que hace un profesor, porque a veces el renacimiento queda para tercer lugar si hay tanto más que estar atendiendo y mirando, porque todas las deficiencias de nuestra sociedad, de nuestro aparato estatal, recaen en la escuela, y la escuela tiene que resolver todo.

—¿Qué aprendiste en tu primer trabajo en el Liceo Bicentenario Italia?
—Lo que más aprendí en ese colegio, y que me marcó para toda la vida y hoy día marca tal vez como mi sello de profe, es que chuta el cambio que hace un espacio con altas expectativas sobre sus estudiantes. La directora Teresa Lagos, que es una persona que admiro mucho, me acuerdo de que llegué a la entrevista y ella me dice ‘¿tú estás preparada para formar a los futuros presidentes de la República?’ (…). Estuve tres años en ese colegio y trabajé todos los días como si hubiera estado preparando a los futuros presidentes de Chile, todos los profesores.

—¿Estás de acuerdo en que se haya terminado la selección? 
—No estoy de acuerdo con la selección porque me da la sensación que es un poco una lógica como de someter a los niños a jugar los Juegos del Hambre, como la película. Definir a los 11 años que un niño tiene o no méritos suficientes para ser merecedor de una buena educación, encuentro que estamos muy equivocados si creemos que ese es el camino. No hay ningún niño, niña o joven que no sea merecedor de una buena educación.

El amor como herramienta

Aun con el ímpetu de los 20 decidió enfrentar nuevos desafíos que acarrearon lecciones. “Me fui a trabajar a un campamento en el límite entre San Bernardo y La Pintana y chuta que fue impactante. Ha sido la lección más grande de toda mi vida el haber trabajado en ese colegio, primero porque creo que tal vez ahí definitivamente entendí que este síndrome del salvador era patético, por decirlo poco. Me di cuenta de cuánto me faltaba una cuota de humildad, de entender que yo no lo sabía todo”.

“No solo propia, como tengo que aprender más, sino que como miembro de esta sociedad también. Cuánto aprendí de mis estudiantes, cuánto aprendí de las lógicas de solidaridad que existían en el barrio, que era algo que en mi realidad, en mi privilegio, era algo completamente ausente. Me di cuenta de cómo a mis estudiantes les tocaba sobrevivir a unas realidades. De eso uno podría hablar mil años y nunca se acabaría el tema, porque era y es muy cruda la realidad de esos niños y niñas, de esas familias”, detalla.

—¿Cómo se gana autoridad con estos niños, se gana con compromiso?
—Se gana con el compromiso, la constancia y el respeto también. Si tú eres respetuosa con los estudiantes, ellos te van a respetar, lo mismo si eres cariñosa. Siempre pienso que una de las herramientas más poderosas como profesores es el amor incondicional a tus estudiantes porque todos los días en el fondo nuestros estudiantes se van a equivocar, especialmente estos estudiantes, que además te tratan de poner a prueba y no hay nada que genere un quiebre más grande en ellos que es cuando tratan de desafiarte y tú como ‘ok, perfecto, tal vez hoy no logramos hacer la guía, pero mañana estaré aquí mismo, te voy a volver a desafiar y con el mismo cariño, y con la misma convicción y con las mismas expectativas todos los días’.

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